Seguro que los perros de la noche aullarán alrededor de las migajas y despellejarán al no inocente, al que ha dejado caer la palabra, babeante como en la boca de un loco, al que se ha dejado suspender en el silencio como si eso fuera bonito o quizás plácido. Los perros no perdonan al cobarde, hurgan en sus entrañas, lo quieren devorar pero despacio, para que sufra un poco en su carne lacerada, lo que otros sufrieron en un alma que creyó por un momento en algo.
Castillo de arena en medio de la avenida más sucia del mundo, crepitar de la rutina que asfixia hasta hacerte morder el polvo de lo que hubiera podido ser tierra fértil para el abrazo, pero no lo fue, fue tierra pisoteada, ultrajada.
Perros que deambulan con la añoranza bajo el pelaje de la desolación, porque así son , porque así somos. Por que nunca se puede estar lista para la nada. Cuando se precisa un hombre que vuele las distancias y apague el fuego con la mano y no que repte entre los tramos de la cobardía , la de no poder decir(me) NO.
jueves, 28 de agosto de 2008
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